“Una verdadera escuela del corazón”
Querido hermano:
Me
alegra saludarlo con motivo de la concesión del título de Basílica menor a la
iglesia del Sagrado Corazón, en Valencia. Saludo también a los obispos
auxiliares, al rector de la iglesia del Sagrado Corazón y a todos los
sacerdotes, religiosas y fieles de esa Iglesia. Me uno a vuestra alegría, y
deseo que este templo siga siendo punto de referencia para esta devoción en la
ciudad de Valencia y sirva para bien de las almas.
El Corazón de Jesús es fuente de
Vida (Cor Iesus Fons Vitae), brotando de su costado abierto sangre y agua (Jn
19,34), símbolos de la nueva vida en Cristo. Por eso san Ambrosio nos exhortaba
a beber de Cristo, porque Él es la fuente de la vida (Comentario a los salmos,
1, 33). Acercarse al Corazón abierto del Salvador es beber de la fuente de la
salvación, ella calma la sed de felicidad y concede la paz.
En Cristo contemplamos un corazón
herido por amor y convertido en fuente de misericordia. Su herida nos recuerda
perpetuamente que Dios responde al pecado con una generosa efusión de amor,
única posibilidad de sanación para el corazón enfermo del hombre. La devoción
al Sagrado Corazón es de plena actualidad, porque enseña cuál es la humanidad
deseada por Dios, una humanidad que manifieste en todos los ámbitos de la vida
social un corazón capaz de compadecerse del prójimo, especialmente del
descartado y necesitado.
El Corazón de Jesús es fuente de encuentro.
En Él, Dios y el hombre dialogan en la intimidad: “Cor ad cor loquitur”, el
corazón habla al corazón, como rezaba el lema del santo cardenal Newman.
Esta lección del Corazón amante de Jesús nos invita a imitarle y nos enseña que
las sociedades cambian cuando hay en ellas personas que saben sacrificarse por
los demás, corazones humildes que con palabras y obras irradian la caridad de
Dios. En el corazón del hombre se encuentra esa puerta que permite el acceso de
Dios a la historia y la extensión de su Reino.
Que
esta Basílica sea un oasis de oración en la ciudad y un espacio de acogida y reconciliación para todos los sedientos de Dios que a ella se acerquen. Que se
forme en ella una verdadera escuela del corazón, a través de la escucha de la
Palabra de Dios, la adoración y la meditación de las enseñanzas de la Iglesia.
Que el año jubilar que comenzará en este templo sea tiempo de gracia y de conversión, de consuelo y esperanza.
Con estos deseos, imparto la
bendición apostólica a todos los fieles presentes en esa celebración, que hago
extensiva a vuestras familias y demás seres queridos; os pido, por favor, que
no os olvidéis de rezar por mí.
Tokio, 24 de
noviembre de 2019
Solemnidad de
Cristo Rey
Francisco
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