Queridos hermanos todos:
¡Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo!.
Oremos con intensidad hasta que nuestro pobre corazón débil y enfermo se eleve a la maravilla del amor, porque conocer a Jesús y sus amores es poseer ya en prenda la vida eterna.
Estamos junto a todos los hombres, de cualquier raza y condición, atravesando momentos de prueba, como Israel en Masa y Meribá, pero, en la prueba es cuando hay que ejercer la Fé. Nuestra Fé no es una diversión espiritual sino alimento del que se nutre el justo.
A pesar de las dificultades creemos y queremos creer que todo ocurre para bien de los que aman a Dios, pues nada ocurre en el universo que no esté bajo la Providencia Divina.
Dios que es más grande sabrá por qué de todo lo que ocurre. Nuestra fuerza ahora es confiar, sin limites ni fisuras, en Dios, pues, ¿quién podrá apartarnos del amor del Altísimo manifestado en Jesús nuestro buen Jesús nuestro dulcísimo Jesús?.
La pandemia que sufrimos hay que atajarla colaborando con preceptos sanitarios y no contra la ciencia, no equivoquemos devoción y cortedad de miras o fervorínes fanáticos.
Se nos pide pues, sacrificio de interrumpir las alegrías de la divina liturgia, nuestros altares están desolados y nuestro corazón se entristece, son momentos de volver al corazón y desde el corazón a Dios, con silencio y gemido profundo.
Ningún llanto humano es ajeno al buen Dios el fiel amigo de los hombres.
Pero mayor que el pecado es la gracia y mayor que el orden natural es el designio salvífico de Dios.
Justo por eso aprendamos la lección de leer e interpretar simbólicamente desde la Fé cuanto está sucediendo, es decir, que sepamos cuán débiles somos, que ésta no es nuestra patria definitiva pero sobre todo que el amor de Dios lo puede todo, lo vence todo.
Dios es amor y luz sin ocaso, pues, que Él nos saque de esta calamidad y nos lleve a la vida eterna. Hermanos y devotos del corazón de Jesús digamos unidos con ardiente súplica:
¡¡SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN TÍ CONFÍO, Y SÓLO EN TÍ CONFÍO!!
A continuación desde mi retiro de Estivella voy a celebrar SAGRADA EUCARISTÍA, teniendo a todos presentes para que Cristo sea todo en cada uno de nosotros y nos conduzca al Padre.
Fruto de la misa reservaré el SANTÍSIMO SACRAMENTO para rezar ante su divina y bella faz durante estos días pidiendo pase la calamidad y venga la salud y rogando vida eterna para los que han muerto.
Que la más que santa María que tanto entiende de dolores y gozos nos ampare en la vida y en la muerte.
¡Alabado sea Jesucristo!
Luis Miguel
Rector del Sagrado Corazón
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