Meditación
para el primer viernes de mes
2
de Julio de 2021
el corazón habla al corazón
Seguimos
un primer viernes de mes más, tratando el tema de la “oración del corazón”. El
calor nos agita un poco a todos, y nos saca de nuestro interior. El verano
tiende a dispersarnos; pero a la vez es tiempo de vacaciones y por tanto nos
permite tener algo más de disponibilidad para la lectura espiritual y la
meditación. Ahora eres tú quien debe saber gestionarlo.
Decíamos
en nuestro último encuentro, que dos son los grandes pulsos de oración y trato
íntimo con Dios: uno la primera hora de nuestra jornada, por la mañana,
aprovechando que después del reposo nocturno la mente está ágil y vacía de
imágenes, por tanto, más predispuesta a concentrarse en la presencia de Dios
sin distracciones. El otro momento propicio es la noche, siempre antes de estar
vencidos por el cansancio, pues no es lo mismo dormitar que meditar. En efecto en
el silencio de la noche los sentidos se relajan y nos dejan más libres para
elevarnos a Dios, además todos tenemos la experiencia de que por la noche es
cuando se alcanza a ver más lejanamente, de hecho, por el día vemos mucho de
cerca gracias a la luz del sol, pero no apreciamos las lejanas estrellas. Pues
de forma análoga ocurre en la vida interior. Por la noche el corazón se esponja
para empaparse de Dios y está predispuesto a la Esperanza. El cristiano es
siempre un hombre esperanzado, vive en esperanza de que se le cumplirán las
promesas divinas. La noche provoca expectación del amanecer, por eso la iglesia
celebra desde sus orígenes las liturgias de las vigilias. La plegaria, la
oración del corazón de la que reflexionamos, siempre estará cimentada en la
Esperanza, en el saber esperar la visita de Dios y de alcanzar la comunión de
vida con Él, por eso la noche es momento propicio para entregarse a la oración
de silencio.
Hemos
hablado de la mañana y de la noche, pero el resto de la jornada, qué podemos
hacer? Dos recursos vienen en nuestra ayuda: las jaculatorias y las breves
pausas a toda actividad, que nos hacen vivir intensamente el presente, dos
medios para cultivar el escondernos en nuestro corazón. Es necesario que sepas
esconderte en tu corazón. Tienes un claustro interior en el que refugiarte de
toda dispersión. Aunque tu vida sea complicada, muy entregada al trabajo, a las
relaciones con muchas personas si sabes esconderte en tu corazón, no perderás
la paz, pues el corazón puede ser para ti un baluarte que la agitación de este
mundo no puede penetrar. Pero esta disposición requiere mucho entrenamiento,
pues el corazón puede estar sometido también a tanta tensión que lo tengas
disgregado, roto, y esparcido entre las criaturas, a merced del capricho del momento,
sin fortaleza alguna. Tampoco te desanimes si así te ves, dedícate a la oración
y poco a poco alcanzarás el orden del amor en tu corazón y el corazón será para
ti un tabernáculo donde descansar. Aprende a sufrirte a ti mismo y ten empeño
en invertir en la vida espiritual tanto como empeño muestras en tantos afanes
de este mundo. No quieras tener lo que no has pedido ni buscado suficientemente.
Vamos
a decir algo acerca de las jaculatorias. Parece ser surgieron en el desierto de
Egipto entre los monjes solitarios, que lanzaban pequeñas expresiones cargadas
de mucho amor a Dios nuestro Señor. Jaculatorias procede del término latino iaculum
o sea dardo, proyectil u objeto lanzado, pues de igual forma que se lanza un
dardo, así sale de nuestro corazón una breve oración que, como una saeta,
lanzamos a Dios. La eficacia de una jaculatoria consistirá en no deformarla en
algo rutinario, que no mueve nuestro corazón, sino que debe ser un vehículo que
mueve nuestro afecto y atención hacia el Señor. Cuanto más compleja y larga
menos eficaz. El éxito de una jaculatoria radica en que sea muy breve y que
contenga un mensaje que me mueva a amar. Cada uno tenemos nuestras
preferencias. Debes recurrir a aquello que te mueva a amar, no a lo que otros
te digan. Es algo muy personal: ¡Jesús, perdóname! ¡Corazón de Jesús en Ti
confío! ¡Señor, ten piedad! Se pueden dirigir las jaculatorias también a la
Virgen María, al Espíritu Santo, etc.… Qué
fuerza tiene con Vos, Señor, un suspiro nacido de las entrañas decía Santa
Teresa (libro de las Fundaciones, cap. 5)
En
cuanto a esconderse con frecuencia durante la jornada en lo secreto de nuestro
corazón cabe decir que hay que aplastarse contra Dios como la plastilina la
apegamos a una superficie, más nos volcamos en Dios con la fuerza del deseo más
escapamos de las tentaciones y del ruido o distracción que nos dispersa. No
razones mucho, es un error, sino que precipítate con urgencia en las manos de
Dios y cuando vengan los pensamientos que te distraen y las tentaciones déjalas
fluir por tu corazón, pero que no se detengan, si te entretienes en todo lo que
pulsa a tu corazón lo tienes vendido, a merced de todo lo que te saca de ti. Que
venga un pensamiento, una tentación de cualquier tipo, déjala escapar como agua
que no has de beber déjala correr según dice el refranero.
Cuando
hagas alguna pausa más intensa a lo largo de la jornada como antes de comer,
conviene elevar alguna oración sencilla y breve como un salmo, hacer un examen
de conciencia, de cómo ha ido hasta ese momento la jornada y en seguida
abandonarse en las manos de Dios, si nos dedicamos a dar muchas vueltas a lo
que nos ha pasado y a nuestros fallos y caídas estamos perdidos pues nos atrapa
nuestro yo. Tenemos que escapar de nosotros mismos, difícil arte, pero posible.
Nos conviene volar rápido hacia Dios y volar alto… sólo así superaremos las
tentaciones que nos apartan del buen camino, las ofensas que nos perturban, los
problemas que nos aturden, el frenesí de tantas actividades que llevamos a
cabo, el aturdimiento por nuestros pecados, sí, por un momento conviene olvidar
nuestros propios pecados para congratularse de Dios.
Un
jesuita del siglo XVIII, Jean Pierre De Caussade, hablaba del “sacramento del
momento presente”, pues decía que la respuesta de María al ángel hágase en
mi según tu palabra contiene toda la teología mística de nuestros
antepasados. Por tanto, conviene en cada momento, en el presente, aquí y ahora,
en lo sencillo y humilde de cada día, aún más, de cada momento, vivir todo acto
de recogimiento en clave de Encarnación. Diríamos que entramos en el reposo
interior cuando nos unimos al sí de María a Dios. Se trata de fundir las dos
voluntades la divina y la humana, para alcanzar la más perfecta vida de
oración.
Démonos
cuenta del valor que tiene la práctica cotidiana y ordinaria de la oración.
Todos los días ser fiel a la oración tiene más valor y produce más copiosos
frutos que tener de vez en cuando momentos extraordinarios. Hay que conseguir
descubrir la presencia de Dios en lo ordinario, haciendo grande lo pequeño.
Seguiremos
tratando el tema de la plegaria cristiana, de la oración del corazón. Baste por
hoy. Sumerjámonos ahora en unos momentos de oración en silencio en presencia de
Jesús Sacramentado y digamos:
¡Sagrado
Corazón de Jesús en Vos confío!
Luis Miguel Castillo Gualda
Rector de la Basílica del Sagrado Corazón
(Valencia)
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