viernes, 27 de marzo de 2020

Meditación 25.3.2020

Desde su retiro forzoso y saliendo de la fase aguda de la enfermedad, D.Luis Miguel nos envía esta meditación en el día de la Encarnación del Señor. 
Seguimos intensificando nuestras oraciones.
🙏

La encarnación del Señor, 25.3.2020



¡La Iglesia clama a Dios en sus desgracias!


         Hoy he tenido fuerzas para volver a celebrar la Sagrada Eucaristía en mi humilde oratorio, aquí en este pueblecito escondido cerca de las montañas de la Calderona. Ha sido una jornada muy especial, pues la fiesta de la Encarnación del Señor o también llamada de la Anunciación de María, depende de la perspectiva desde la que se contemple el misterio, es siempre una fiesta de especial alegría y de significación profundamente eclesial.
         Hoy Dios comienza a ser plenamente un Dios con nosotros, un Emmanuel, pues empieza a compartir la vida de los hombres. Y le he pedido en la santa celebración que comparta esta calamidad con nosotros que nos azota con la pandemia del virus, que tanto sufrimiento está generando. 
Nada hay que no pueda ser asumido por nuestro Dios, también el dolor, la prueba. Justo por eso ha querido tener un cuerpo, aquí estoy Señor para hacer tu voluntad  hemos rezado con el salmo y con la lectura de la carta a los Hebreos. Por eso Jesús es un verdadero sacerdote, porque asume el dolor del mundo.
         De forma especial os he tenido presentes a todos los que con frecuencia venís a la Basílica del Sagrado Corazón a dilatar vuestros corazones con el calor del amor divino: 

Señor ten misericordia de todos y llena nuestros corazones de vida eterna…


Mirando a través de la ventana la belleza del monte Garbí, me emocionaba y albergaba la esperanza de volver a pasear entre sus espesas bellezas naturales, pero me venía este pensamiento que comparto ahora con vosotros. 
La gran naturaleza, la madre naturaleza como ahora todos tan sensibles somos para cuidarla e invocarla, es un gigante neutro, su imponencia, su majestad parece que no se viera afectada por la desolación que el hombre sufre en estos días… De esta forma la naturaleza de la que formamos parte (aunque no nos agotamos en ella, es decir no somos solo biología ni un mero elemento más del ecosistema) esta gran madre, nos hace sentirnos a veces como solos y arrojados en ella sin armonía que desearíamos con el resto de lo natural. Entonces es una vez más cuando nos rescata de este tedio que sufrimos ante la existencia, no tanto la maternidad de la naturaleza, sino la paternidad de Dios, que viene a nosotros, aun sin merecerlo, para hacerse próximo a nosotros, para que no sucumbamos en la angustia por la existencia y nos sintamos desgraciados y abandonados en este mundo que a veces parece que se nos da la espalda, con tantos fenómenos que nos hacen sufrir.
 Esta es la bendición de la Encarnación, o sea que Dios no nos deja solos, que El viene a nosotros salvando el enorme espacio que hay entre Dios y el hombre, por eso podremos conocer su gloria y ser felices.
   
La venida de Dios toda ella es gracia, todo es iniciativa suya; pero amigos, ¡cuánto lo facilitamos preparando nuestro precario corazón! Lo hemos dicho muchas veces, nuestro corazón puede facilitar o dificultar el tránsito divino por la historia. 
Ahora decidme:
¿qué haremos cada uno de nosotros?
¿Seremos como María una virgen oyente, virgen orante, virgen oferente?, es decir,
¿nos entregaremos a la fascinante vocación humana de ser oyentes de Dios, o preferiremos seguir viviendo como si nada de lo que nos ocurre fuera signo palpable de que Dios desea hablarnos y establecer amistad con nosotros?,
¿nos entregaremos a ser oferentes y por tanto sufrientes, llevando en nuestro propio corazón el cáliz de la bendición con nuestra propia sangre, o sea nuestra vida hecha Eucaristía, con poder de transmitir vida a muchos otros… 
¿preferiremos seguir reservándonos mezquinamente la vida sin volar alto?, 
¿seremos por fin una virgen amante?, hermanos míos queridos, 

¿cuándo le entregaremos el corazón al Señor?, pues es lo único que quiere de nosotros. 
En esto consisten los amores, en un cruce de corazones: 


“todo para Ti Señor, nada para mí “,
“Todo para mí nada para Ti”.

Imitemos a la dulce María, Ella como figura dela Iglesia es una virgen orante oferente amante… 


Hoy hemos tenido el gozo de rezar desde Fátima el Santo Rosario y de consagrarnos al Corazón Sagrado de Cristo y al Inmaculado Corazón de María. 
¿Nos abandonará la Madre en medio de nuestras angustias? 
¿Qué madre sería esa?
¡Por ser de Dios tan amada, no nos dejes Virgen María, por ser de Dios tan amada, por ser de Dios tan amada…!

Hay un mensaje de Fátima que resuena siempre en mi corazón y que deseo también  a vosotros  os llene de Esperanza “Al fin mi Corazón Inmaculado Triunfará”, así habló María a los pastorcitos de Fátima,  esto es hermanos el triunfo del amor, el amor parece que es sutil, que le cuesta triunfar, pero tiene la última palabra, pues el amor todo lo vence, con los ritmos de Dios que no son los nuestros, pero son más eficaces, más universales, más puros, más redentores, pues así suceda en cada uno de nosotros ahora y por siempre. Amén.


Luis Miguel Castillo Gualda 
Rector de la Basílica del Sagrado Corazón




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